Lo bonito duele
casi siempre, casi.
Recuerdo aquella chica.
Entró en una habitación
oscura,
encontró una rueca,
y con ella se pinchó.
Derramó una gotita de
sangre,
y cayó al suelo
inconsciente,
inconsciente hasta...
bueno,
hasta que llegó él.
Cambiemos el final.
Ambos están sentados,
leyendo.
Ella lee una revista de
decoración de interiores.
Él, en cambio, lee lo que
yo escribo.
Exactamente
con este mismo y extraño
final.
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