miércoles, 25 de enero de 2012

Como un disco rayado

En un lugar blanco,
sin profundidad,
sin sombras.
A mi lado
está un hombre gris.
Un hombre cuya cara no recuerdo,
pero atractivo.
Un hombre gris y con barba.
Me intenta besar.
Ese beso nunca llega,
Él desaparece, yo
me hago pequeña, diminuta,
microscópica.
En cambio, mis manos crecen,
crecen mucho, infinito.
Puedo ver las palabras que pienso,
también encogen, se hacen diminutas,
es imposible hasta pensarlas,
pero crecen de golpe, infinitas.
Pierden el sentido, y el color,
y lo recuperan.
Como un disco rayado, pienso.
Como un disco rayado, digo.

miércoles, 18 de enero de 2012

En un bar

La camarera me sonríe.
Es realmente guapa.
Me invita a algo,
dice que está rico.
Me gusta el color,
aunque sabe a rayos.
  -Otro, por favor.
Me empiezo a tambalear,
llevo varios chupitos
no se muy bien de qué,
pero no me importa,
aprovecho el impulso para bailar,
aunque sólo me caigo encima de la gente.
Me entra el sueño,
ya me he dado demasiados cabezazos.
Me voy a una esquina poco iluminada,
de pie, me apoyo en la pared,
agacho la cabeza,
cierro los ojos,
no quiero perder el equilibrio,
separo las piernas
pero ya estoy en el suelo.
Intento echar una cabezadita,
fuera de mí, la fiesta continúa.
La gente canta, se ríen.
la camarera se sube a la barra,
otra chica se sube con ella,
baila exageradamente,
se le rompe un tacón, se cae;
no lleva ropa interior.
Piden un striptease.
Un hombre colorado sonríe de una forma estúpida,
alguien me vomita en un zapato,
hay una pelea.
Pero a mí nadie me molesta.
Me despierto en mi cama,
huelo a tabaco.
No era un sueño.

domingo, 8 de enero de 2012

Todos

Dormida, digo cosas.
Dormida digo.
Dormida, cosas,
cosas dormidas.
Se me seca la boca,
me retumba en los oídos,
el armario se abre.
Yo, armario.
Yo, me abro,
y escribo,
tiemblo,
lo saben, 
están cerca,
me hablan, voces,
voces, dicen.
No lo entiendo.
Grito.
Me asfixio.
Música a todo volumen,
la siento en la garganta,
me presiona,
me llama.
Pero ellos no me conocen.
Sueñan, como yo.
Y dicen; dormidos,
me dicen.
Y lloran, porque sueñan.
Pero hay luz al final del túnel,
aunque, 
yo se por qué lo hiciste,
te dolía
sentir.