domingo, 15 de julio de 2012

Puñaladas varias





Esta era una señora,
cuyo marido se acostó con otra.
Los vio en su cama, en su cama de florecitas.
No hay cosa que la haya cabreado más que eso,
su cama de florecitas.
Se hizo un café, después lo mató,
y se fue de putas.
Si, de putas.

Diagnóstico, por favor

Esta es la historia de una mujer coqueta y presumida.
Todos los días se levanta temprano para hacer todas las tareas de la casa -O por lo menos las que le dé tiempo antes de irse a hacer footing-.
Ella se ducha, se peina, se pinta y se pone toda mona. Algunas veces le dicen que va como una puerta y que viste como una adolescente. Es una señora cuarentona, pero su alma está viva, llena de fuego, quiere salir.

Como todo el mundo, tiene alguna pega, le gusta ir a la peluquería para contarle sus problemas a las señoras de siempre, las señoras de los rulos, "Ay, pues no hay día que no me levante sin un dolor nuevo" -achaques de la edad, dicen ellas-. A ella le gusta, pues todas tienen algo parecido que contar. Dice que así no se siente un despojo moribundo, -No había añadido el ligero aire de negatividad que tiene desde que está en el paro y se murió su periquito-.
Tiene miedo a hacerse mayor. Tiene dos hijas, una es adolescente y ya no sabe qué hacer con ella, "esta niña está tonta", dice siempre. La niña pequeña es una monada, pero se enfada cuando no encuentra los vestidos de muñecas que siempre deja tirados por ahí. Su marido tampoco ayuda mucho en casa, le gusta ir al bar a beber cuando se aburre. Ya no la quiere como antes.
Un día de estos va a comprar un hurón, así sale a pasear con él.

Ahora está esperando en la peluquería a que la llamen para cortarse el pelo, quiere un corte radical, a ver si de esa forma llama más la atención de su marido. Se pone a pensar: "Ya no me haces el amor como me lo hacías antes". Él suele responder con algún sonido gutural que emite su garganta; una garganta de hombre gargantoso y grasiento que ha engordado trece quilos desde que "no sabe qué hacer con su vida". Y se va al bar. Cuando vuelve grita porque quiere canelones para cenar, siempre quiere canelones...
Ella sigue sentada, esperando, suspira. Coge una revista de moda y belleza "Ritifobia: Persistente, anormal e injustificado miedo a tener arrugas”. Suspira de nuevo. Deja la revista. La llaman. Se sienta. "Hola señora María, ¿Que tal está hoy?". Ella sonríe y habla de sus hijas.


Hoy se había pintado los ojos con raya azul; le queda muy bien, pero su marido, al verla, solo hizo “grugrugru” con la garganta.

jueves, 5 de julio de 2012

Continuando lo empezado

Recordamos aquel día.
La marea estaba tan baja que era casi imposible resistirse a subir por las rocas, 
y eso hicimos, nos subimos a las rocas,
y empezamos a investigar, 
adentrándonos por lugares inhóspitos y descubriendo otros.
Como en una película.
Queríamos saber a dónde íbamos, a dónde llegaríamos.
No nos importaba qué teníamos ese día para cenar, 
ni qué cosas teníamos que hacer al llegar a casa.
Son nuestros secretos de una tarde de verano.
Una tarde con indefinido,
nos sentíamos libres,
como si hubiéramos descubierto un continente.
Como Colón, cuando creyó que había tierra al otro lado del mar.
Lo tomaron por loco, ¿no?.
Eso es, somos unos sujetos locos indefinidos,
Quiero gritar con indefinido. Aprender con indefinido.
Aunque su garganta sea muda de gritos.
A indefinido no le gusta que le griten.
Indefinido es como la música.