Esta es
la historia de una mujer coqueta y presumida.
Todos los días se levanta temprano para hacer todas las
tareas de la casa -O por lo menos las que le dé tiempo antes de irse a hacer
footing-.
Ella se
ducha, se peina, se pinta y se pone toda mona. Algunas veces le dicen que va
como una puerta y que viste como una adolescente. Es una señora cuarentona,
pero su alma está viva, llena de fuego, quiere salir.
Como todo el mundo, tiene alguna pega, le gusta ir a la
peluquería para contarle sus problemas a las señoras de siempre, las señoras de
los rulos, "Ay, pues no hay día que no me levante sin un dolor nuevo"
-achaques de la edad, dicen ellas-. A ella le gusta, pues todas tienen algo
parecido que contar. Dice que así no se siente un despojo moribundo, -No había
añadido el ligero aire de negatividad que tiene desde que está en el paro y se
murió su periquito-.
Tiene
miedo a hacerse mayor. Tiene dos hijas, una es adolescente y ya no sabe qué
hacer con ella, "esta niña está tonta", dice siempre. La niña pequeña
es una monada, pero se enfada cuando no encuentra los vestidos de muñecas que
siempre deja tirados por ahí. Su marido tampoco ayuda mucho en casa, le gusta
ir al bar a beber cuando se aburre. Ya no la quiere como antes.
Un día de estos va a comprar un hurón, así sale a pasear
con él.
Ahora está esperando en la peluquería a que la llamen para
cortarse el pelo, quiere un corte radical, a ver si de esa forma llama más la
atención de su marido. Se pone a pensar: "Ya no me haces el amor como me
lo hacías antes". Él suele responder con algún sonido gutural que emite su
garganta; una garganta de hombre gargantoso y grasiento que ha engordado trece
quilos desde que "no sabe qué hacer con su vida". Y se va al bar.
Cuando vuelve grita porque quiere canelones para cenar, siempre quiere
canelones...
Ella sigue sentada, esperando, suspira. Coge una revista de
moda y belleza "Ritifobia: Persistente, anormal e injustificado miedo a
tener arrugas”. Suspira de nuevo. Deja la revista. La llaman. Se sienta.
"Hola señora María, ¿Que tal está hoy?". Ella sonríe y habla de sus
hijas.
Hoy se había pintado los ojos con raya azul; le queda muy
bien, pero su marido, al verla, solo hizo “grugrugru” con la garganta.
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